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BISMARCK / The uruguayan Spiderman
The series consists of 16 photographies
This project is a new series related to another project ,Rodó Park, the amussement park of Montevideo, but in this series the topic is Bismarck itself and not the park.
Bismark Pino was raised by his aunt, like Spiderman. At that time, his parents were alive, but he only met his mother in his teens.
Being an orphan created him a trauma and to meet his mother was a great disappointment. Nevertheless, soon after he met her, he decided to take over the role of Spiderman and his life changed. His work consists in orientating children and parents on how important it is to have a good relationship inside the family. He has been doing this for 15 years and he will continue to do so for the rest of his life.
To earn a living he goes every day to Rodó Park dressed up as Spiderman and he charges some money to let parents take a picture of him with the children with a Polaroid camera he carries. During the two minutes of the development he talks with them about the idea of the family, which he did not enjoy in his childhood. He knows he is not Spiderman, but he feels strong when he is dressed up as the character and the character lets him talk to people about his favourite subject, family.
The idea of the project is to recreate Bismark’s world of fantasy. As any imaginary world, it comes from real paradigms, as real as him, his character, and the places he walks daily, the places of his childhood and dreams.
Marcelo Isarrualde
BISMARCK / The uruguayan Spiderman
There is a man in Montevideo who puts on his Spiderman costume every day and sets out to the streets.
He is not hired by any business or promotion firm. No. Not at all. It is simply something he believes he should do. And it makes him feel good.
In the same way as other people wear a tie and go to the office, everyday this man wears his Spiderman suit and wanders around the entertainment parks, squares or places where there are occasionally lots of children around. There, any kid can take a picture with him, for less than a dollar. And while he hands out the Polaroid camera to the parents, he will look into their eyes and remind them to be good with their children. That is his true mission.
In private, far from being called Peter Parker, his name melts into anonymity, just like his face vanishes among so many others.His face is unknown and his true name is Bismarck. An Inheritance of a curious custom in a certain sector of Uruguayan population is to import foreign names often with an historic background. Surnames, in fact, that then turned into first names, like Washington.
A survivor of a broken family, his aunt raised Bismarck, just like what happened in the story of the original Spiderman. And he built his character his own way through time, in the vague boundaries of fantasy. This man knows he is not the true Spiderman. This is not his obsession. But he complies daily with certain routines and the moral mandates of the superhero, and in that way and even if scaled-down, he transforms into another Spiderman, just as true. In fact – and paradoxically – truer than the real one, even if it sounds like a pun. Because while the other one only exists in magazines and films, you can actually see, touch and take a picture with this one, while he demands from your parents that they never stop being good to you.
And unlike a Disneyland Mickey Mouse, who is always sure to be there, with this local Spiderman you never know. Perhaps on that particular day he might be some place else, he might have a cold or maybe he didn’t have enough money to catch a bus to get there.
During the last six years, Marcelo Isarrualde, an Uruguayan photographer now living in Barcelona, has been registering systematically thousands of scenes around this character. And he has been perfecting his search, his vision, his capacity to capture the clone superhero and the environment. He takes pictures during his summer trips to Montevideo and he spends the other 11 months processing the materials. In each new trip he refines the expression, the lights, the times of the day that are more favorable than others. You may be placidly having a beer with Marcelo at a café when he unexpectedly will glance at his watch and say: I’ve got to go. You stay there finishing your drink and you know he’ll be rushing to the surroundings of the Parque Rodo as the sun creates a specific reflection on some painted metal plaques which provide the perfect contrast with Spiderman, just like the effect he’s been pursuing during the long months studying the previous pictures in Barcelona.
And there he goes. To look for the magic moment, like a photographic reporter whose cover shot is the perfect angle of a sunray over the lawn.
That’s what these pictures are about. Not about the fading and somehow sad aspect of this slim man in a Spiderman costume. Neither about irony or a so-called extreme modernism.
I feel the photos are primarily about showing the intensity of the color, in a city better known for its grey tones and winter dampness. They are about things that are broken and putting the pieces back together. About finding the city lost or abandoned a long time ago, in times of colorful buggies and bumper cars which didn’t kill anybody. About portraying a man who does exactly what he believes he should do. And he has found his place, as well as his real face, behind a mask.
Everything that has been lost, and that is kept forever.
Fidel Sclavo
BISMARCK/El Hombre Araña uruguayo
Serie de 16 fotografías
Este proyecto es una nueva serie relacionada con otro proyecto anterior, Rodó Park, el parque de atracciones de mi infancia en Montevideo, pero en este nuevo proyecto el sujeto es Bismarck y no el parque.
Bismarck Pino fue criado por su tía, como el Hombre Araña. En aquél entonces, sus padres vivían, pero conoció a su madre siendo adolescente. Su orfandad le generó un trauma y conocer a su madre, una gran desilusión. Sin embargo, al poco tiempo de haberla conocido, decidió adoptar el personaje de El Hombre Araña y esto le cambió la vida.
Bismarck proviene de una familia desestructurada y por ello ha decidido orientar a niños y adultos sobre la importancia de que los lazos familiares sean buenos y sólidos. Lo hace desde hace mas de 15 años y piensa dedicarse a ello de por vida.
Para ganarse la vida acude al parque de atracciones cada día del año, vestido como Spiderman, y por poco dinero se deja hacer una foto de él con los niños, con su cámara Polaroid. Durante el tiempo del revelado, habla con padres e hijos de la familia, algo que él no disfrutó en su infancia. Él sabe que no es Spiderman, pero se siente fuerte cuando va vestido del personaje y ello le ajuda a vivir mejor.
La intención del proyecto, se orienta a recrear el mundo de Bismarck desde la perspectiva de su fantasía. Como todo mundo imaginario, se nutre de referentes reales, tan reales como él, su personaje y los espacios que recorre a diario, es decir, el espacio de la infancia y sus sueños.
Marcelo Isarrualde
BISMARCK / El hombre araña uruguayo
Hay un hombre en Montevideo que todos los días se pone un traje de El Hombre Araña y sale a la calle.
No está contratado por ninguna empresa o firma de promociones. No. Nada de eso. Simplemente es algo que él considera debe hacer. Y eso le hace bien. De manera similar que otra persona se pone una corbata y va a la oficina, este hombre se viste cada día con su traje de Hombre Araña y deambula por las cercanías de parques de diversiones, plazas o lugares donde ocasionalmente se encuentre una buena cantidad de niños. Allí, cualquier niño puede hacerse una foto junto a él, por poco más de un dólar. Eso sí, mirará a los ojos de los padres, al entregarle la Polaroid en cuestión, recordándoles que sean buenos con sus niños. Esa es su verdadera misión.
En la intimidad, lejos de llamarse Peter Parker, su nombre se funde en el
anonimato, así como su cara desaparece entre tantas otras iguales. Su cara es desconocida y su nombre verdadero es Bismarck. Debido a una curiosa costumbre de cierta población uruguaya de importar nombres extranjeros, con vocación histórica en la mayoría de los casos. Apellidos, en realidad, que luego se transforman en nombres de uso común, como Washington.
Sobreviviente de un hogar fracturado, su tía crió al niño Bismarck, al igual
que en la historia del Spiderman original. Y él solo, pasado el tiempo, fue
construyendo su personaje, en los imprecisos límites de la fantasía. Este
hombre de ahora sabe que él no es el verdadero Hombre Araña. No es esa su obsesión. Pero cumple diariamente con ciertas rutinas y los mandatos morales del superhéroe, convirtiéndose entonces así, aunque sea a escala, en otro Hombre Araña, también posible. En rigor, si se quiere –y paradójicamente- más verdadero que el real, aunque suene como un juego de palabras. Pues en tanto el otro solamente existe en revistas o películas, a este lo puedes ver, tocar, hacerte una foto con él, mientras le exige a tus padres que nunca dejen de ser buenos contigo.
Y a diferencia de un Mickey Mouse de Disneylandia, que siempre tienes la
certeza que va a estar allí, con este Spiderman criollo nunca sábes. Quizá ese día esté en otro lugar, se encuentre resfriado o no disponga de dinero
suficiente para el transporte hasta allí.
Desde hace 6 años, Marcelo Isarrualde –fotógrafo uruguayo radicado en
Barcelona- registra sistemáticamente miles de escenas de este personaje. Y ha ido perfeccionado su búsqueda, su visión, su capacidad de retrato del
superhéroe clonado y el entorno. Fotografía en sus viajes de verano a
Montevideo y pasa los otros once meses procesando el material. En cada nuevo viaje refina la expresividad, las luces, las horas que son más cómplices que otras. Puedes estar en un café de Montevideo tranquilamente tomando una cerveza con Marcelo hasta que inesperadamente mira el reloj y dice: me tengo que ir. Tú te quedas a terminar el trago y bien sábes que se va corriendo a las inmediaciones del Parque Rodó pues el sol va a reflejar de determinada manera sobre unas chapas de metal pintado que hacen un contraste con el Hombre Araña exactamente igual al perseguido durante sus largos meses de estudiar las
fotos anteriores en Barcelona.
Y allí va. A buscar el momento mágico, como un photo reporter cuya noticia buscada es el ángulo perfecto de un rayo de sol sobre el césped.
De eso tratan estas fotos. No de la decadencia o posible patetismo de un
hombre algo flaco dentro de un traje de El Hombre Araña. Ni de la ironía o un supuesto modernismo a ultranza.
Tratan, me parece –entre muchas otras cosas- de mostrar el color intenso allí, en una ciudad más famosa por sus grises y humedades invernales. De superar la fractura y recomponer los pedazos rotos. De reencontrar la ciudad que se perdió o se dejó años atrás, lejos, en épocas de calesitas coloridas y autos chocadores que no mataban a nadie. De retratar a un hombre que hace lo que le parece que debe hacer. Y ha encontrado su lugar, así como su verdadero rostro, debajo de una máscara.
En todo lo que se perdió, y se tiene para siempre.
Fidel Sclavo
SPIDERMAN EN UN PARAÍSO EQUIVOCADO
El 23 de septiembre de 1967, la cadena ABC dió a conocer un vídeo de Spider-Man, en el cual el doctor Misterio, un enigmático ilusionista de efectos especiales, hacía creer a Peter Parker que había encogido de tamaño, poniéndolo a andar en un parque de diversiones mecánicas en miniatura.
La historia de la relación del fotógrafo Marcelo Isarrualde con Bismarck (el Spiderman uruguayo) tiene algo de una historia en miniatura, de una historia casi secreta, y también de una historia en un parque de diversiones. El artista entra en la vida de nuestro Hombre Araña a través del universo de juegos mecánicos del Parque Rodó, como uno de sus más queridos y fieles amigos. Es en definitiva quien a través de la fotografía, le permite reproducir en su propia biografía el destino mediático de Peter Parker, a la escala de un humilde museo montevideano.
Isarrualde ha llevado su técnica de la imagen a un alto grado de excelencia en cuanto a la pulcritud formal de un modelo kitsch sofisticado y andrógino que tiene el atractivo sexual del signo-mercancía, del fetiche tecnológico dedicado a un amplio y a la vez selecto espectro social del consumo visual. Sus fotografías derivadas del mundo editorial son de sólido cuño hiperrealista. Pero no por un posible exceso de trompe-l’oeil, sino, paradójicamente, debido a un plus “irreal” que él introduce en la imagen como aquello oculto al ojo, pero robado a “lo real” por la máquina fotográfica. Sus imágenes son productos mecánicos entre el surrealismo y el pop que parecen querer ampararse en aquél célebre lema de Andy Warhol: “quiero ser una máquina”. Es decir, son hiperrealistas en la medida en que producen una realidad “irreal” que oculta algo más bajo esa nítida y destellante capa de signos superficiales descubierta por el artista y sobredeterminada visualmente por la máquina de imágenes. Poseen la seducción narcisista del espectáculo privado, combinando al mismo tiempo ilusionismo teatral, barroquismo discreto y erotismo radical.
¿Cuál puede ser el resultado del encuentro de un fotógrafo que opera tales presupuestos estéticos, con la vida cotidiana de un personaje montevideano vestido de Hombre-Araña, en los bordes urbanos de un parque de diversiones mecánicas?
De alguna manera, esta peculiar relación entre el artista y su personaje, convierte a Isarrualde en un “observador participante”, en una suerte de antropólogo que en cada momento ha de medir la “distancia correcta” entre etnografía y negociación amistosa, entre el padre generoso y el artista antropófago.
Para Hal Foster, el antiguo modelo del artista como productor planteado por W. Benjamin, tiende a ser desplazado hacia el modelo del artista (en este caso el fotógrafo) como etnógrafo. En el proyecto Bismarck, Marcelo Isarrualde no “se identifica” con el personaje, “lo identifica” en su alteridad, en su exotismo cultural. Hay una actitud étnico-antropológica implícita en el instante previo a tomar la decisión de fotografiar.
Más allá de las entrevistas y conversaciones personales, el verdadero punto de contacto entre ambos está en la “imagen”. Esa que Isarrualde realiza de un sujeto perdido entre la calesita y la montaña rusa, y la otra que este sujeto hace, a su vez, de sus interlocutores populares (fundamentalmente niños), mediante una máquina polaroid. De esta manera se entrelazan la idea del artista como etnógrafo que hegemoniza la mirada, y la idea de un sujeto observado que actúa como productor, devolviendo combativamente la mirada de los otros, con la suya propia.
Bismarck es, efectivamente, un sujeto que tiene el poder de de-volver la mirada, y ese es precisamente su poder frente al “Amazing” Spiderman, ya que no son suyos los super-atributos del héroe fantástico.
Más allá de coincidencias biográficas posibles aunque incomprobables (el uruguayo sería hijo de padres separados, alejado de su madre y criado por una tía) entre Peter Parker y Bismarck existe un parentesco no exento de ironía en la idea de estar en el mundo para cumplir una misión social moralizante por medio del uso bondadoso de un poder que lo destaca de los demás conciudadanos. Para este último, es el poder de mirar sin ser visto, mirado en sus ojos humanos, y el poder de reflejar su propia mirada por medio del trabajo fotográfico, a la multitud de miradas que lo acechan en la calle.
La sobre-identificación ( “no me parezco a él, Spiderman y yo somos exactamente lo mismo”) está relacionada con tres elementos estructurales de esta historia: 1. la identidad secreta (e intercambiable), 2. el poder auto-atribuido para “hacer el bien”, y 3. la inflexión del trauma.
En primer lugar, según sus propias declaraciones, en 1975, después de sentir “el trauma” del rechazo definitivo de su madre decidirá vestirse como el Hombre Araña. De ese modo inicia un nuevo combate por la identidad personal adquiriendo un modelo prestado, tomado del mercado libre de imágenes mediáticas y adaptado a sus propias necesidades. Es una forma de auto-clonación que curiosamente ocurre en el mismo año en que la compañía de historietas norteamericana Marvel decide clonar, a partir de los ensayos genéticos del profesor Warren, al Spiderman original encarnado en Peter Parker, por su identidad intercambiable que llevará el nombre de Ben Reilly.
En tercer lugar, mediante este complejo operativo busca superar en sí mismo y evitar en los demás, lo que llama “el trauma.” En Spiderman History, los principales enemigos del héroe son los que procuran su aislamiento físico y moral, es decir, los que actúan malignamente desde el lugar del “tercero excluido”. La peripecia de Bismarck es exactamente opuesta: ante la presunta ausencia de su madre obligada a estar con “otro” durante las etapas claves de su infancia, resulta ser él mismo ese “tercero excluido”, de modo que sólo puede salvarse mediante una inclusión social radical a través del cambio de identidad y de una prédica que recomienda la unión de la familia sobre la base de la tríada: madre-padre-hijo. “No quiero que otros sufran lo que yo sufrí” suele repetir en las entrevistas.
A Bismarck le faltaba narrador, carecía del poder de ser narrado a través de la imagen, que es la forma superlativa del vivir posmoderno, tal como lo fue para Parker gracias a los oficios de Stan Lee, Mark Bagley o Stuart Immomen. Ese es el papel que de alguna manera cumple Marcelo Isarrualde a través de una larga comunión personal que ya lleva más de cinco años mediada por la fotografía.
A través de este artificio, el artista logra instalar a Bismarck en un lugar “otro”, hasta podría decirse, en un lugar equivocado, representándolo no sólo como simulacro de sí mismo, sino como el fantasma de un inconsciente colectivo; el duende de un urbanismo artificial delirante.
Esta disneyficación del mundo de Bismarck, descentra al personaje de su desolada humanidad cotidiana, de su humildad campesina mezclada con terrores familiares y bienaventuranzas de domingo. Pero, si bien, por un lado lo “deshumaniza”, por otro hace de él pura alegoría de una fantasía popular que forma parte de la cultura local: una suerte de carnavalización de la melancolía.
No olvidemos dos cosas: Bismarck fue un hombre de circo ambulante, y fue criado en el Departamento de San José, en plenas faenas de campo abierto. La necesidad de trocar la inocencia campesina por la crispación y la autodefensa urbanas, obliga ciertos operativos personales de identidad para forjar una ciudadanía pagada al precio de la melancolía. Sin embargo, lo melancólico en la fotografía de Isarrualde tiene un poder de irradiación mística que exalta la imagen humana de Bismarck, volviéndolo un hombre-máquina mimetizado en un paisaje artificial. Pero también transforma el decrépito parque de diversiones en una suerte de paseo por el Universal City Walk de Los Angeles. El despliegue de ilusionismo tecnológico y ciencia ficción de refinada juguetería kitsch, crea el espectáculo de una falso futurismo urbano, en medio del cual Bismarck vuelve entonces a clonarse por segunda vez, acercándose a Tobey Maguire, pero en un parque de diversiones al borde del río y con los colores melancólicos del atardecer.
En base a estos elementos paisajísticos y culturales, Isarrualde logra recrear el paradójico sino de la idiosincrasia uruguaya: una utopía tardo-crepuscular.
Gabriel Peluffo Linari
Director Museo Municipal de Bellas Artes Juan Manuel Blanes
Montevideo, Uruguay